Esto sucedió hace ya algunos años, durante un retiro espiritual. El recinto estaba en un valle inmerso entre hermosas montañas y contaba con extensas áreas verdes. En uno de sus jardines, se había diseñado un laberinto hecho con piedras. En este espacio, realizamos una actividad en grupo que consistía recorrer el laberinto hasta su centro y regresar por el mismo camino hasta salir del mismo.
Antes de iniciar, nos situamos todos alrededor del laberinto para iniciar con una meditación. Al término de la misma, comenzaron a entrar una a una las personas del grupo. Siendo yo casi de los últimos, me tocó observar a otros mientras vivían su experiencia. Inesperadamente, un micro mundo se configuró en ese momento delante de mí:
Algunos decidieron caminar con los ojos cerrados, confiando en sus pies para ir descubriendo el camino, guiándose por las piedras que iban delimitando el recorrido, aunque de vez en cuando abrían los ojos para cerciorarse de no haber errado en su avance. Otros prefirieron caminar con los ojos abiertos, pero concentrados en su proceso personal durante su experiencia. Había quienes caminaban lentamente, tanto así, que entorpecían a quienes venían detrás de ellos. Ante esto, la mayoría respeto su lugar, aunque uno que otro decidió avanzar con su propio ritmo, respetando el proceso de los demás. De igual manera, había quienes tenían prisa por llegar al centro; y más aún, premura por salir del laberinto cuando iban de regreso. Por otra parte, hubo quien en vez de caminar recorrió el laberinto bailando.
Sin duda alguna, cada quien vivió su proceso como lo tenía que vivir, para sumar a su experiencia y aprendizaje de vida, pero fue evidente que el viaje no fue para todos placentero. Como colectivo, se vivió una mezcla de tristeza, llanto, soledad y angustia con espacios de paz, alegría, tranquilidad y amor. Muy similar a como sucede en el mundo real, cada uno vive su vida a su paso, a su tiempo y con su propio aprendizaje.
Para cuando llegó mi momento de entrar en el laberinto, el sol estaba despidiéndose en el horizonte, el cielo se dejaba entrever a través de varias nubes que lo habían estado cubriendo anteriormente. Gotas de agua caían lentamente como brisa húmeda, mientras mis pies descalzos daban sus primeros pasos dentro del laberinto. Desde el acceso, el centro del diseño conformado por las piedras se podía ver claramente. Los primeros pasos eran en dirección al centro, pero justo antes de llegar a él, la senda te hacía girar hacia la izquierda. El recorrido se convirtió en un ir y venir, acercándote y alejándote del centro, pero siempre girando a su alrededor. En un inicio, sentía un anhelo muy grande de estar en ese centro y no podía comprender el sentido de estar girando en torno a él. De repente estabas justo en el pasillo adyacente al centro, y unos pasos más adelante, volvías a estar en la circunferencia externa del laberinto. Decidí finalmente disfrutar el proceso, confiando que en algún momento llegaría al destino esperado.
Comencé a enfocar mi atención en ese presente. Me percaté de la irregularidad de la superficie y como mis pies se amoldaban en cada paso que daba. Podía sentir el viento y ver las gotas diminutas suspendidas en el aire… eran tan pequeñas que el viento las hacía danzar. Algunos pájaros volaban cerca y alrededor del laberinto… sus cantos armonizaban el espacio. El cielo era en sí mismo todo un espectáculo; la armonía de colores, aunado a la conformación de las nubes era simplemente una obra de arte… un regalo del cielo. Mi caminar estuvo enriquecido con el encuentro de personas que venían en sentido contrario al mío, en su camino para salir del laberinto. Mágico fue el poder ver sus rostros, sentir la conexión con cada uno de sus corazones y reconocer que cada uno está viviendo su propio proceso de evolución de vida. El mayor aprendizaje reside en lo profundo, al comprender que debía respetar y reverenciar cada uno de ellos.
Unos pasos antes de llegar al centro, me inundó una sensación de alegría y paz. La persona delante de mí estaba por iniciar su camino de regreso. El tiempo pareció detenerse cuando ingresé al círculo. Mis sentidos se agudizaron. Fluyendo con mi intuición, decidí recostarme boca abajo y extender mis brazos para abrazar la Tierra, en un acto de agradecimiento. Después me recosté en el césped mirando al cielo, que se llenaba de estrellas tras el atardecer. La humedad impregnaba mi cuerpo a través del suelo, sentía fundirme en él, mientras pequeñas partículas de agua se reposaban sutilmente sobre mi piel; las podía sentir en mi rostro y mis manos, como pequeñas chispas de electricidad. En esta mezcla de tranquilidad y éxtasis escuche:
YO SOY EL AMOR VIBRANDO, YO SOY LUZ
YO SOY EL AMOR VIBRANDO, YO SOY LUZ
YO SOY EL AMOR VIBRANDO, YO SOY LUZ
Mi corazón comenzó a latir más fuerte, mientras mi cuerpo sentía intensificarse el fluir de grandes cantidades de energía en constante expansión. Me levanté para emprender el viaje de regreso por el laberinto, del cual no recuerdo mucho. Solo sé que me la pasé repitiendo esta frase y que mi caminar fue mucho más ligero, como si flotara y rozara suavemente la superficie. Todo era paz y armonía… de esos momentos en los que uno simplemente es y pierde la noción del espacio tiempo.
Desde entonces, esta frase se ha vuelto un mantra para mí y hoy me gustaría compartirlo con contigo. Suelo utilizarla al iniciar mis meditaciones y cada vez que siento la necesidad de tranquilizarme y centrarme. Me hace recordar la canción con la que empieza el musical de RENT – ‘Seasons of Love’ – compuesta por Jonathan D. Larson. La primera escena es de mis preferidas: mágica, impactante y conmovedora en su sencillez. El escenario completamente vacío y los artistas parados en una fila, justo al borde más cercano al público. Un spot de luz en cada uno de ellos. Un grupo que muestra la belleza de la diversidad humana. Todos diferentes y a la vez todos iguales, con muchas cosas en común, cada uno con su historia por contar. Líneas de vida que se cruzan y entrelazan, tejiendo experiencias llenas de aprendizaje y amor.
La canción nos recuerda que en un año tenemos 525600 minutos… que se traducen en oportunidades, momentos, intenciones y acciones de vida, en los cuales podemos decidir vibrar en amor. Cada instante de vida, es un presente que tiene la capacidad de convertirse en algo memorable y único. Todo es cuestión de decidir cómo queremos vivir cada uno de nuestros días y qué recuerdos deseamos almacenar en nuestro corazón.
¿Cómo te gustaría medir o recordar cada año de tu vida?
Anhelo de todo corazón, que sea un cúmulo infinito de actos de amor.
Visualizar que el AMOR es energía, que al ponerla en acción y hacerla verbo, empieza a vibrar;y que entre más grande sea la vibración, más intensa será esa LUZ.
Reconocerte como un SER con esa capacidad de VIBRAR EN AMOR y visualizar esa energía en expansión, ayudaría sin duda, a recordarte y reconectarte con tu verdadera esencia… en donde eres solamente LUZ.
Es tiempo de cuestionarnos qué es todo aquello que nos hace vibrar en amor y de qué manera podríamos permanecer en esa vibración, por espacios prolongados de tiempo.
Hay infinitas posibilidades para lograr esto. Por favor comparte tu experiencia y comenta sobre momentos memorables y acciones en tu vida diaria, en donde has vibrado en amor. Estaré compartiendo los míos también, esperando que juntos podamos hacer una larga lista de experiencias reales e ideas, para animarnos unos a otros a vivir cada día VIBRANDO AMOR.
QUE CADA MIRADA QUE REGALEN TUS OJOS, VIBRE EN AMOR
QUE CADA PALABRA QUE EMANE DE TU BOCA, VIBRE EN AMOR
QUE CADA ACCIÓN EN LO COTIDIANO DE TU VIDA, VIBRE EN AMOR
QUE CADA SENTIMIENTO QUE NAZCA DE TU CORAZÓN, VIBRE EN AMOR
QUE TODO LO QUE TE RODEA, POR CORRESPONDENCIA, VIVRE EN AMOR
Y QUE AL FINAL DE TU VIDA, CADA RECUERDO… VIBRE POR SIEMPRE EN AMOR
Referencia: Canción – SEASONS OF LOVE por Jonathan D. Larson, del musical RENT.
Imágenes en orden de aparición: Laura Ockel, Ashley Batz, Pablo Heimplatz, Darius Bashar, Iarm Rmah, Roman Metnychu, Petr Sidorov, Lucas Sankey, Kelly Sikkema, Andrew Neel, Gian Ceson, Caleb Jones, Helena Lopes, Patty Brito, Toa Heftiba, Nina Hill, Jenny Hill and Tyler Nix en www.unsplash.com.
Última Fotografía: Lalo Tamez.
3 Responses
LALO, que hermoso lo que nos haz compartido….. SALUDOS y muchísimas felicidades.
Gracias Infinitas Elizabeth… ¡¡Recibe un fuerte abrazo!! 😉
Hay tantas maneras en las que todos podemos vibrar en AMOR. Solo por compartir algunos que me vienen a la mente en este momento, podría considerar:
01. Tener a mi hija en brazos, mientras ella se duerme todas las noches. Solemos acostarnos en nuestro sofá y ver un poco de televisión… a ella le encanta usar mi brazo como su almohada y no tiene precio estar con ella. Mi corazón se expande con amor cada noche.
02. Cada vez que me doy cuenta que he logardo una conexión o un impacto en alguno de mis alumnos. La enseñanza ha sido un regalo y una bendición, realmente disfruto compartir tiempo y espacio con personas llenas de sueños y planes para su futuro.
03. Compartir momentos con amigos cercanos. Adónde vamos o lo que hacemos realmente no importa. Las risas, el cariño mutuo y los momentos que podemos llegar a vivir juntos es simplemente mágico y muy especial.
Llenemos esta sección de comentarios con manifestaciones de cómo todos vibramos en AMOR.
Un fuerte abrazo,
Lalo Támez